Por motivos personales, una amiga y yo hacíamos frecuentes viajes a Alicante entre los meses de junio y septiembre. Ibamos prácticamente todos los fines de semana y siempre nos alojábamos en el mismo sitio. Un pueblo no muy grande en la Vega Baja.
Teníamos los horarios cambiados, puesto que dormí

La última noche de una de nuestras estancias decidimos variar un poco la rutina y decidimos subir a unas murallas que había muy bonitas. Nos sentamos en ella y estuvimos hablando durante horas. Más tarde decidimos ir a dar un paseo por la playa. Hicimos todo el recorrido de manera habitual y al llegar a la entrada de la playa, de forma automática y simultánea nos miramos a los ojos y de manera unánime dedicidimos no entrar. No hizo falta decir nada. Lo extraño vino después.
Nos acercamos a la gasolinera a la que íbamos TODAS las noches y nuestra sorpresa fue absoluta. Te garantizo que la gasolinera que tan bien conociamos NO estaba. Estaba el solar. Y no había manera de perderse, puesto que además de ir todos los días, estaba al principio de la subida a las murallas en las que habíamos estado un rato antes. Automáticamente decidimos ir a nuestro alojamiento. A la mañana siguiente volviamos a casa. El autobús pasó por la gasolinera.
De forma unánime y sin hablarlo, decidimos no volver a poner los pies por aquella zona. Han pasado cerca de tres años y es ahora cuando entre nosotras hemos comentado el suceso. Por más que hemos tratado de buscar una explicación lógica, no la hemos encontrado. Y lo vimos las dos."
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